viernes, 7 de octubre de 2011

El sol de sus ojos

Entre las pestañas delgadas que surcan mi mirar, siento la brisa mientras camino por el callejon en una parte de la ciudad.


Huele a melancolia, una niña, digo niña aunque es de mi edad, cruza a mi lado.


No volverá hacia atrás por el camino que dejó, yo mientras tanto meto las manos a mis bolsillos ásperos y doy una mirada al cielo, sí...huele a melancolia.


¿Por qué no?


no lo sé, como tampoco sé, porque sí.


Sólo soy un hombre de 23 años que camina y se siente convaleciente ante las miles de vidas que corren a su lado, que hubiera pasado si a esa niña la hubiera abrazado, pues por su expresión se ve que guarda un profundo dolor, que hubiera pasado si me hubiera declarado a Lily cuando estaba en el colegio.


Tantas posibilidades barajándose, escucho el rebote de mis pasos por las paredes del solitario lugar.


Me siento enfermo y sobretodo, triste.


Claro que no es una buena combinación. Parece que las sombras burlonas se ríen de mi, a mi espalda el atardecer cada vez más rápido, aparta el calor de una tarde de universidad ruidosa.
Me espera una pieza desordenada, una madre ausente y deprimida, un padre que no existió.


Hago una mueca de soslayo.


Cuanto deseo que esta enfermedad acabe, necesito esa mirada con la que he soñado, una que me lleve por unos minutos al paraíso que necesitan mis emociones.


¿Donde esta mi salvación?


Donde está el brillo de sus pupilas, donde se encuentra esa simple mujer que deseo con toda el alma.


Si tan sólo una de las vidas que pasan por mi lado se detuviera y me la mostrara...dejaría de morir.





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